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viernes, 20 de junio de 2014

Las ruinas de la modernidad. El funicular de la Sierra de San Javier, Tucumán, Argentina

Otra vez en la vía y en esta oportunidad tras los pasos de uno de esos mega proyectos truncados fruto de un cambio de paradigma y de una mala lectura de la realidad.
El viaje me lleva a la zona del Cerro San Javier, a pocos kilómetros de la capital de la Provincia de Tucumán, allí durante 1948 surgió el ambicioso proyecto de construcción de una ciudad universitaria a dos niveles, uno que se ubicaría al pié de la sierra y otro proyectado 550 metros más arriba, vinculados ambos por un funicular de 4, 5 kilómetros de extensión, que imponía el reto de salvar un gran desnivel en un corto recorrido en medio de una selva espesa y húmeda.
El ambicioso emprendimiento nació bajo el rectorado del Doctor Déscole durante el primer gobierno del General Perón, teniendo como antecedentes otros campus universitarios que ya habían probado su exitoso funcionamiento en países del norte rico.
La obra se iba a desarrollar en dos niveles, el nivel alto contendría los bloques de residencia más algunas facultades y el área de esparcimiento, mientras que el inferior ubicado en Horco Molle contendría el área de equipamiento y mantenimiento, el hospital y las escuelas con temática agropecuaria.
Para 1952 ya se habían finalizado algunas obras, otras como el impresionante monoblock de la Sierra de San Javier estaban a mitad de su construcción y otros ni siquiera habían sido comenzados. Lamentablemente las crisis globales atentaron contra la financiación del mega emprendimiento, como así también los problemas que afrontaba el segundo gobierno de Perón en el plano local. Para 1955, año del quiebre institucional la obra estaba absolutamente paralizada y como era de suponer el nuevo gobierno de facto no iba a mover un sólo ladrillo para continuar un proyecto impulsado por el "tirano depuesto", sumiendo a las estructuras a 62 años de desidia y abandono en medio de un clima hostil que ha afectado a todas las partes no mantenidas.
Durante los setentas hubo un movimiento para volver a poner en marcha la construcción, lo mismo ocurrió durante los años de gobierno del Doctor Alfonsín, pero cada cambio político-ideológico vuelve a paralizar la iniciativa, hoy existen proyectos de la Facultad de Arquitectura de la UNT, como así también de alumnos de un colegio privado para refuncionalizar el área del funicular como un mero emprendimiento turístico, pero el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos, otro cambio se avecina y no se ha hecho nada más allá de las muy buenas intenciones.
La mega estructura del monoblock de la sierra
Para observar lo viaductos, cinco en total conviene seguir el trazado bajo que permite su visualización desde la fundación, ingresando por el centro de salud de Horco Molle, siguiendo las instrucciones de la cartelería instalada antes de comenzar el tramo por el lecho seco del río, como era de esperar hice todo lo contrario, comencé desde arriba y sin seguir lo que queda del sendero alto, ya que el mismo sucumbió ante la yunga, la experiencia fue muy buena pero peligrosa ya que tuve que lidiar con pronunciadas pendientes, abismos casi infinitos, desniveles no aptos para todo público, 1005% de humedad y el cansancio propio de un ser urbano.
El primer intento de llegar hasta los viaductos partiendo desde el inicio de la senda a la Puerta del Cielo se truncó cuando me quedé sin camino y tuve que abrirme paso por entre la selva, salvando desniveles y embarrándome hasta las rodillas, consideré que seguir era una locura porque ahí en medio y solo cualquier contratiempo hubiera sido presumiblemente fatal, ya que nadie sabía sobre mi ubicación y como era de suponer no había señal de celular, así que emprendí el regreso cuesta arriba hasta alcanzar la segunda entrada denominada Sendero Del Funicular.
Tuve la suerte de encontrarme a la entrada del Sendero del Funicular con un maratonista que ejercita subiendo y bajando el minúsculo camino, él me indicó como llegar hasta los puentes siguiendo el camino principal hasta un punto en que se bifurca una pequeña senda a mano derecha y luego cuando la selva se coma al camino siga el recorrido de la tubería hasta que aparezcan las vías, ojo que es un poco peligroso por arriba y no cruces los puentes, ya que la estructura está muy deteriorada concluyó diciéndome.
Seguir la tubería implicó caminar durante unos veinte metros con medio cuerpo metido en la yunga y la otra mitad volando al viento con un abismo de unos treinta metros, por un filo en que cabía el caño y un pie a cada lado del mismo, también tuve que salvar desniveles, subir pequeños tramos empinados sujetándome a las ramas muy quebradizas por la exposición a una humedad pegajosa y constante y todo sin saber si llegaría al viaducto principal o la naturaleza se impondría a mi impertinencia.
Y de repente, ví la luz, sí estaba parado justo al borde del viaducto más largo del recorrido del funicular de la sierra, tres horas dentro de la selva habían dado su fruto.
Intenté bajar por una empinada huella, pero desistí porque no sabía si podía volver a subirla ya que el barro convertía en vidrio enjabonado la superficie del camino y no había ramas aptas para ir asiéndome, así que decidí continuar hasta que apareció el abismo tan temido, el camino sufría un corte abrupto, con pared de piedra a mi izquierda, abismo a la derecha y un salto perfectamente vertical de tres metros, podría haber intentado saltar sin pensar en caer mal o resbalar hacia la derecha lo que hubiera significado terminar treinta metros abajo o bien continuar y no poder retornar porque la pared de tres metros parecía haber sido cortada a máquina ya que no tenía sitios donde poner los pies en forma de escalón o hueco, me dije entonces que era hora de regresar ya que el motivo principal de la aventura había sido exitoso, ver el viaducto principal desde arriba.
Tubería, durmientes y rieles todo en un revoltijo mal ordenado producto del comportamiento de la clase política que por mezquindades individuales riega al suelo patrio de obras inconclusas como sello de gestión.
Argenruina luce en la Sierra de San Javier en todo su esplendor.
Completamente mojado, cubierto de hojas y con el calzado y los pantalones totalmente embarrados seguí camino ya por el sendero oficial que me depositaría en el seco lecho del río Cañas y luego en Horco Molle y la civilización occidental, por las miradas de las personas que me iban cruzando no debería tener el  aspecto de un homourbanus  y el pensar que tan solo contaba con un par de zapatos y un solo pantalón para todo el viaje que duraría 12 días comenzaba a ser un hecho entre cómico y bizarro, total había visto el viaducto de la selva... todo lo demás quedaría para la anécdota.

4 comentarios:

  1. Qué aventura!!!!! Wow! Arriesgada, es verdad, pero imagino tu entusiasmo...menos mal que el criterio prevaleció, y que fue recompensado con este hallazgo al emprender "la retirada". ME ENCANTARON LAS FOTOS! (y también me gustó mucho el dúo mendocino Orozco -Barrientos del pie de página, al que nunca había escuchado.Gracias por compartir). Gran abrazo, Rodo.

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  2. Hubieron párrafos arriesgados, el tema de los abismos por ejemplo fue muy cierto, sobre todo el caminar por una pared de 50/60 cm con un corte vertical de 30 metros a mi derecha, y una tubería sujeta por zunchos y tornillos, si llegaba a tropezar con alguno de ellos la cosa se ponía seria, también los cortes abruptos del camino, los desniveles, las pendientes, el barro, la terrible humedad, el esfuerzo y al final andar por San Miguel todo embarrado como si se tratara del mismísimo Monstruo de la Laguna recién salido de la misma.
    Pero como hace rato vencí al ridículo y las gestas bizarras me caen bien anduve embarrado hasta que el mismo se secó y pude limpiar el pantalón.
    Gracias por el aguante, la cita musical y como siempre las palabras justas.
    Abrazo!!!

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  3. Gran aventura,muy buena, felicitaciones por las fotos y texto.

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  4. Gracias, fue una buena aventura, con algo de riesgo cierto, teniendo en cuenta el estado físico del escribiente
    Abrazo!!!

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